“Nadie puede vivir sin un amigo”, decía Aristóteles. Y es así como el ser humano necesita entregarse sinceramente para encontrarse así mismo con seres iguales a él; crecerá más en la medida que más amigos tenga. Pero, ¿es posible la verdadera amistad entre un hombre y una mujer?
Llevo "investigándolo" desde que, el pasado día uno, hice la entrada sobre LA AMISTAD. Tras el comentario de Joana, de hojas del alma, sobre que creía en la amistad "y creo en la amistad entre una mujer y hombre", y mi respuesta: que en eso no estaba de acuerdo y que tocaba un tema para debatirlo mucho más despacio. Miguel Schweiz dijo que, cuando ocurriese ese debate, le avisáramos... y Lucía, también... Así que, yo, tan temeraria y amante de los retos, lo acepté, y aquí me encuentro leyendo, releyendo, observando mi propia vida y las vidas ajenas; profundizando en la historia y en la novela; en la realidad de lo ficticio y en lo ficticio de la realidad, y vuelvo a reafirmarme en la conclusión que llegué hace tiempo: la amistad entre un hombre y una mujer no existe, ni ha existido jamás...
Los seres humanos encontramos en un amigo una prolongación de nosotros mismos: se encuentra en el otro una similitud o característica que nos identifica mútuamente pero... ¿pasará de igual modo con el sexo opuesto?
Existen tres desafíos para la amistad entre hombre y mujer:
1.Definir la relación;
2.Manejar la atracción sexual;
3.Verse entre sí como iguales.
En el caso de una amistad bisexual, tendría que darse consistencia al espíritu puro, y Nietzsche, que sabía mucho de esto, dijo que “el espíritu puro es mentira pura”, que “el espíritu puro es una pura estupidez". Si hacemos abstracción del sistema nervioso de la “envoltura terrestre” nos engañamos en nuestro cálculo ¡nada más!... Y, en la "envoltura terrestre”, no debemos olvidar nunca que ni las mujeres dejan de ser mujeres ni los hombres hombres... Se ha visto siempre, aunque a veces de un modo engañoso y sutil, en la amiga del varón un deje de coquetería... y en el amigo de la mujer un algo de contemplación.
A los que pregonan poder ser amigos solamente, en un lapso considerable de años, con una continuidad ininterrumpida e íntima… no les preguntemos si esa intensidad puramente amistosa ha arrastrado un poco de barro carnal en su fondo, porque no serán capaces de confesarlo, porque no le dejarán penetrar en el recuerdo o en el olvido de muchos instantes de "caídas" que, como los pecados veniales, no condenan al fuego eterno... Esas venialidades que no se reconocen, que quizás no se retienen... pueden no tener importancia, porque no empujan con fuerza hacia el amor, pero rizan el lago tranquilo de la amistad, con equívocos reflejos del sexo...
La amistad entre el hombre y la mujer no existe sino en el sentido complejo de los seres y de las circunstancias: en un sentido hondamente superficial... La amistad bisexual es el juego de los “a veces” y de las lejanías... No resiste una intimidad verdadera, ni un contacto diario, ni una verdadera gustación.. Si en el engaño de la comprensión se prende tantas veces el sexo ¡cómo no se va a enredar en una comprensión verdadera, que es el eje de las grandes y verdaderas amistades!
Duele siempre lo que recibimos por mitades, sabiendo que hay algo más completo... Y el ser espiritual y superior aspira a las perfecciones, posee sensibilidades más agudas y más sutiles que el ser mediocre o puramente animal. Y desde que la amistad asocia dos seres espiritualísimos, hay una contemplación de belleza que se detiene en los detalles, que admira, que ama...
En las amistades bisexuales duele a ambos — o en ocasiones especiales a uno sólo — que aquella otra atracción pueda escaparse... Hay gérmenes de amor en toda amistad espiritual, gérmenes que no fructifican, que se detienen, acaso porque cada uno no se atreve a confesar “aquello” que le señalaría como al “inferior”. El hombre cree que la mujer, su amiga, no le ha mirado nunca con ojos de amante... Y la mujer cree también eso de su amigo… Y gozan en sentirse superiores, en crecer y en querer serlo; gozan en mantenerse así; gozan por su instinto aplastado por la grandeza de su amistad… Y esa satisfacción soterra el grito indeclinable de la potencia sexual. Soterra no apaga, no puede apagar siempre y por siempre la hoguera en que se cumple el rito de la juventud y de la vida... No creo que ser solamente amigo de un ser de sexo opuesto signifique superioridad; más bien creo que falta allí el encanto de la atracción amorosa, que hay algo de incompleto y, acaso de anormal… ya que una gran amistad sin cariño no es concebible; es demasiado fría... Y el cariño ¿no es ya entre un hombre y una mujer un complejo derivado del amor...? Y es más probable que somos inferiores cuando no sabemos hacernos amar... Ser amiga solamente es tan poca cosa como ser amante solamente... Compadecemos por igual a la amante a quien le hurtamos la espiritualidad de su hombre y a la amiga espiritual a quien robamos el cuerpo de su compañero... La superioridad humana parece consistir en este caso en que del ser que preferimos nadie pueda robarnos nada; ni la carne ni el alma, ni el pensamiento ni el corazón; en llegar a ser el complemento integral de aquella vida...
Es verdad que hay una especie de fidelidad en ciertas amistades… Es verdad que hay en los seres espiritualmente superiores una fuerza moral, una conciencia moral que sofoca los impulsos indelicados... Porque cuando una potente espiritualidad nos anima, hombres y mujeres sabemos ser fieles amigos y sufrimos si algún intento recóndito vagamente visible nos empuja hacia otros derroteros... No seríamos jamás compañeros, equívocos. No duelen las murmuraciones de las gentes que dudan. No queremos esas dudas… No deseamos romperle al amigo los lazos de otros afectos, si los tiene… Somos fieles en todo… No podríamos decir ni siquiera que somos heróicamente fieles porque la fuerza espiritual y moral por sí sola nos mantiene…Y entonces somos así y porque queremos serlo…
¡Qué importa que no podamos ser netamente amigos! ¡Qué importa que haya a veces una mirada amorosa, una palabra demasiado dulce, un roce turbador, si eso no ha de desvirtuar enteramente nuestro compañerismo! Si sobre la amistad desciende a veces el amor y seguimos siendo solamente amigos, también sobre el amor descienden momentáneos odios y seguimos amando…
Mi opinión es que La amistad entre el hombre y la mujer es como con las brujas: que las hay, las hay, aunque jamás se haya visto ninguna. Por definición, es el poder compartir aventuras, confidencias y hasta aburrimientos con otra persona en absoluta comodidad. Los enemigos de ese estado de cosas entre un hombre y una mujer son pocos, pero (siempre hay un pero...) para algunos son invencibles: el deseo sexual y la incomunicación.
¿Y tú?. ¿Crees en la amistad hombre-mujer? (¡Qué debate más... resbaladizo!).